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Buscándose la muerte


Detrás de la muerte violenta de una mujer, hay quienes introducen la “pasión” y con esta, la disculpa a los asesinos, y la no siempre velada acusación a las mujeres que “provocan” sus propios crímenes, y que andan por la vida buscándose la muerte.

Adelantándose al tiempo, y superando además a cierta prensa actual, más de nueve décadas atrás hubo un periodista santafesino que puso las cosas en su lugar.

En el diario Santa Fe, en 1917, hubo quien escribió: “el juego brutal de las pasiones arma el brazo homicida y hiere y mata con la disculpa de lo que el sentir social califica de 'drama pasional'”. Excusar a hombres por matar a mujeres culpa de la “pasión” no pasa de moda.

Hemos visto varios ejemplos en estas historias colaterales. Aquí tenemos por ejemplo un “drama pasional” ocasionado porque una mujer atendía con demasiado entusiasmo a un cabo en su almacén. O este otro, donde otra mujer es muerta a hachazos, por pensar en abandonar a su marido. O este otro más, donde un hombre “bien posicionado socialmente” mata a su ex esposa y suegra y es sobreseído por haber sido presa de un “rapto de alienación mental”.

Es que en algunos casos, no amoldarse a lo que se espera/ba de ella, es/era “despertar pasiones”, algo así como buscarse la propia muerte.

Y así como el Santa Fe se adelantaba con su visión de lo que mucho después se llamaría femicidio, El Orden, en 1933 daba cuenta de una reyerta entre dos hombres marcando que tenía la explicación de lo ocurrido: “hay una mujer en el medio. Ella, como muchas veces ocurre, es la causante del sangriento episodio”.

Cinco años después, el mismo diario relata el crimen “pasional” de un hombre a su ex esposa por los celos y el desasosiego producido por ella. Y habla de la “doble tragedia”... del homicida. Veamos:

Era junio de 1938 cuando en una modesta vivienda del barrio Centenario sucedió el drama. El Orden señala que “distintos factores” habían contribuido a provocar “un estado de ánimo especial” en el espíritu del homicida.

Él tenía 21 años y ella 32. Dos meses antes de los hechos, habían comenzado a convivir. Rápidamente los vecinos notaron que reñían frecuentemente. La culpable no podía ser otra que la mujer: dice El Orden que las peleas se debían al “pésimo comportamiento de ella que, aparte
 de beber en forma exagerada todos los días, no guardaba fidelidad a su compañero”.

Continuando en la línea argumental, agrega el diario que la mujer había llevado siempre “una vida afrentosa” y que hasta se había visto envuelta en un proceso de corrupción a menores años antes.

Él era algo “apocado”, pero se había “encariñado” con su compañera. Salía a pescar, luego vendía el producto de su trabajo y llevaba el dinero a su casa. Y al llegar, ella estaba “doblegada por la borrachera de vino”, acostada en la cama o tirada en el suelo.

Como decimos en líneas anteriores hace apenas dos meses que se había unido con Gómez, que es un hombre joven, sin antecedentes policiales y que demostraba siempre ser un tanto apocado. El drama ocurrido ayer y el ensañamiento revelado, demostrarían lo contrario; pero es necesario tener en cuenta una serie de detalles de carácter íntimo que han venido produciéndose en su vida, para poder encontrar alguna explicación, leve, por supuesto, al hecho que protagonizó ayer.

Quizá la hubiera perdonado y consentido tal vez el vicio, ante la esperanza de poder corregirla. Pero su espíritu comenzó a turbarse, hasta preocuparse, ante algunos informes que personas de su intimidad le dieran, acerca de la infidelidad de su concubina.

Pero ella, de algún modo (incluso desgarrando sus ropas o rasguñándolo, consigna El Orden), lograba hacer prevalecer su voluntad. “De ahí, como decimos, que todos estos detalles fueron creándole un estado de ánimo violento y que ayer tarde estallaron en forma que tal vez nunca lo sospechara”.

Ese día él regreso a su casa, cansado y sudado para encontrarla a ella en estado de ebriedad. Discutieron. Ella le sacó unas monedas y con una botella vacía se disponía a ir al almacén.

Él estaba con las ropas mojadas por el sudor. Molesto por la transpiración provocada por el ininterrumpido caminar de seis horas consecutivas, deprimido el cuerpo por el día húmedo y pesado. Quizás hubiera aceptado el esfuerzo de su trabajo si al llegar a su casa hubiera encontrado las cosas en orden; pero allí estaba su mujer ebria y todavía con el propósito de comprar más vino para seguir bebiendo”.

Todas las angustias interiores sufridas durante dos meses –la bebida, los celos-- despertáronse en él. Su carácter, por lo general apacible y sereno, tornóse áspero, violento y agresivo. La mujer dirigióle los peores insultos y siguió rasguñándole, golpeándole con los puños.

Fue entonces cuando tomó un cortaplumas y lo enterró en el cuerpo de la mujer cuatro veces consecutivas. Ella falleció rápidamente. Él, se entregó a la policía.

Concluye El Orden: “Una prueba concluyente de la absoluta falta de responsabilidad y perspicacia natural, es que cuando el juez instructor lo interrogó, ni siquiera adujo, como atenuante, la agresión de que había sido víctima por parte de la víctima, la lucha que había tenido con ésta y las cuestiones íntimas que habían dado origen al drama”.

Luis Gómez no le dijo al juez que Catalina Niz andaba buscándose la muerte.

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