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Malvinas y El Federal

El novel y efímero diario santafesino apoyó desde sus páginas la guerra comenzada el 2 de abril de 1982. Sin embargo fue sumamente crítico con las políticas neoliberales de la dictadura.

El diario El Federal, que se preparaba para aparecer en mayo de 1982, apuró su salida cuando se conoció la noticia del desembarco en las Islas Malvinas. No he podido hallar su colección, sin embargo sí algunos recortes sobre la guerra. De esa lectura fragmentaria surge este post, con algunas consideraciones.

El apoyo a la guerra fue claro. En los primeros días de mayo anunció la próxima salida de un suplemento especial al Soldado Argentino. Invitaba a sus lectores a enviar mensajes a los combatientes, ya que El Federal haría llegar 10.000 ejemplares para distribuirlos entre las tropas.

En esas islas lejanas, en el frío e inabarcable sur donde el mar se estrella contra la roca escarpada, en ese ámbito que es parte de la Patria, está él. Es un soldado. Piensa que su vida puede ser la ofrenda para mantener aquella provincia nuestra bajo la bandera azul y blanca, símbolo de nuestra soberanía. Piensa que tiene su ánimo fortalecido, porque madre, padre, hermanos, amigos, novia, compatriotas, tiene puestos los ojos en él. Piensa que está listo para rechazar las fuerzas usurpadoras, los brazos sanguinarios de ese reino que nada sabe de nosotros, ni de su padre, ni de su madre, ni de su novia.
Ese soldado que piensa así es un soldado argentino. Es joven, casi un niño. Pero sabe que vienen a quitarle lo suyo y se transforma en un hombre. Esas tierras son la Patria.

El 4 de mayo, cuando cumplía un mes de existencia, El Federal lleva en su tapa el título ALEVOSA AGRESIÓN para referirse al hundimiento del Crucero General Belgrano. En el pie, a manera de editorial indica que en ese primer mes de vida, a las 31 ediciones debían agregarse las ocho que se habían lanzado, todas las tardes, desde el 26 de abril. Remarcaba lo dramático de la hora que se estaba viviendo para un medio de comunicación que recién veía la luz y que ello había demostrado que el periodismo moderno era un servicio público. “No nos está dado elegir las noticias. Sólo difundirlas y acompañarlas con nuestras opiniones. En ellas tratamos de expresar y representar los sentimientos, las aspiraciones, las inquietudes del hombre y la mujer de nuestra tierra. Mientras seguimos en la tarea, en circunstancias en que la hora de cierre es a cada minuto, nuestro pensamiento y nuestro espíritu están puestos en los soldados de la Patria a quienes ha tocado la gloria de defenderla. No podemos sustituirlos. Sólo podemos acompañarlos y rogar por ellos”, culmina el breve editorial firmado por La Dirección de diario dirigido por Alfredo Barberis y cuyo jefe de redacción era César Jaroslavsky.

Un pequeño suelto en esa misma edición agradecía la catarata de mensajes para el Suplemento del Soldado Argentino y señalaba: “No más que por ser jóvenes argentinos quienes esgrimen en este momento las armas de la Patria para defenderla de la prepotencia extranjera, invitamos a seguir enviándonos esas cartas”.

Tres días después publica tres notas para tener en cuenta.



La primera de ella es ¿Nos damos cuenta los argentinos?, en el que se realiza un curioso análisis sobre la supuesta subestimación en que Estados Unidos tenía nuestro país. Dice El Federal que en lides diplomáticas, ese país no superaba las “transparentes variaciones del Reader’s Digest” y que había sido a partir de las dos guerras mundiales pero únicamente por la fuerza de su economía y poder militar que se había convertido en potencia hegemónica.

En el contexto de las amenazas nucleares para los países “de segunda”, continuaba, nuestro país había decidido “prescindir del status quo –o mejor dicho– situarlos correctamente en relación a quienes los establecían y optó por la acción directa”. Aprovechando una frase del Philip Marlowe de Raymond Chandler (“cuando el caso se vuelve tan sutil que hasta respirar es peligroso, lo mejor es meter una llave inglesa en la trama y hacer saltar el mecanismo”) concluye El Federal diciendo que el mecanismo había saltado, “sólo que esta vez quienes aprovecharon la lección fuimos nosotros. La cuestión es saber ahora qué hacer con los pedazos. Porque la historia recién comienza. ¿Nos damos cuenta los argentinos?”.

La segunda de estas notas, titulada En la paz como en la guerra y en la guerra…, es una interesante crítica a la política económica del ministro Roberto Alemann. Su reacción a la emergencia que vivía el país había sido tardía, y al revés. Las divisas estaban en fuga, siendo los especuladores “mucho más perspicaces y veloces” que el ministro. “Hasta las piedras sabían lo que pasaba. Pero el doctor Alemann dejó hacer. Y quinientos millones de dólares se esfumaron”.

En todos los tonos, a lo largo de estos años de neo-liberalismo, fue denunciado el achicamiento del país. El absurdo retorno a un planteo económico divorciado de la realidad argentina y mundial. Tan absurdo como las pretensiones colonialistas de los ingleses, contra las que han tenido que reaccionar las armas de la Patria. Contra las que hemos opuesto la vida de nuestros hijos.

En paz externa, pero con economía de guerra había estado viviendo el país durante los seis años anteriores, marca El Federal y enumera: desocupación, desmantelamiento de la estructura industrial, privatizaciones. Si lo hecho hasta allí había debilitado al país, en tiempos de guerra, decía, lo lógico sería fortalecerlo con reactivación industrial, devolviendo al salario su poder de compra, desalojando la especulación. Sin embargo, el plan de emergencia de Alemann se servía de la guerra “para aumentar la presión sobre el consumo, empobrecer más a los pobres y enriquecer más a los especuladores”. Mientras el ministro tomaba decisiones “que parecen dictadas por la gran banca internacional”, la guerra imponía “la nacionalización inmediata del manejo de todo el sistema crediticio para orientarlo precisamente al servicio de una economía que sea el sustento del esfuerzo bélico”.

La tercera nota, ¿Qué pasó? ¿Cómo se llegó a esto?, es el elogio a un artículo publicado por Ámbito Financiero y firmada por Ulises Gagliardo, en un sentido parecido al anterior.

Ante la evidencia de que era Inglaterra la que manejaba las importaciones y exportaciones del país, el articulista se preguntaba: “¿Cómo. Ahora resulta que después de 166 años de independencia, nuestra economía y el equilibrio de nuestro país dependen de los designios de una isla ubicada a 14.000 kms de distancia y nuestra soberanía de las veladas amenazas de un mediador no solicitado?

Soberanía también es el control total y absoluto de la economía, decía Gagliardo y suscribía El Federal, que agregaba: “Desde aquí hemos preguntado si los criterios económicos implementados desde la conducción del Palacio de Hacienda no sirvieron acaso más que la propia Royal Navi, a los designios británicos. Desde aquí hemos acusado a la conducción económica de haberse atrevido a confesar –Martínez de Hoz, noviembre de 1981– su adhesión al principios de la división internacional del trabajo, que reserva el desarrollo industrial a las grandes potencias y condena al resto del mundo a sobrevivir apenas en el marco de perimidos esquemas productivos tradicionales”.

Para El Federal, la solución a la repetición de la historia argentina, que en la emergencia de 1982 podía verse claramente en los condicionamientos que el esfuerzo bélico ponía a una economía que había estado puesta al servicio de quienes en ese momento eran nuestros agresores, estaba en que no fuera el pueblo, una vez más, quien soportara una nueva postergación.

Con muchos conflictos judiciales que formarán parte de otro post, El Federal sobrevivió apenas unos pocos años como matutino de la ciudad.

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